El descubrimiento de la posibilidad de que Titán, la luna de Saturno, pudiera tener atmósfera fue atribuido al astrónomo catalán Josep Comas i Solá en 1907. A través de sus observaciones con un aumento de 750 veces, Comas i Solá sugirió la existencia de una atmósfera absorbente alrededor de Titán, y su teoría resultó ser acertada.
Titán no solo posee atmósfera, sino que esta es notablemente similar a la terrestre a pesar de ser 7.3 veces más densa por metro cuadrado. Además, cuenta con grandes extensiones líquidas en su superficie compuestas principalmente por metano, así como desiertos formados por silicatos hechos también de hidrocarburos.
La sonda Cassini permitió calcular la profundidad de uno de los mares en Titán y reveló que contiene una cantidad sorprendente: 40 veces más hidrocarburos que todos los pozos petroleros combinados en la Tierra. Este hallazgo ha despertado el interés en la minería espacial y las potenciales oportunidades económicas que podría ofrecer.
Aunque actualmente carecemos de la tecnología necesaria para explotar estos recursos extraterrestres, algunos visionarios consideran que el valor potencial justificaría futuras inversiones. La NASA estima que el valor total de los minerales almacenados en asteroides del cinturón principal del Sistema Solar asciende a aproximadamente cien mil millones de dólares por cada habitante terrestre.
Esta perspectiva plantea tanto grandes oportunidades como riesgos significativos. Algunos expertos han llegado a predecir que el primer trillonario surgirá gracias a la explotación minera espacial, comparando este escenario con el impacto histórico del descubrimiento y explotación masiva de los yacimientos americanos hace cinco siglos.
Se proyecta un cambio radical en la economía global si se logra extraer metales provenientes del espacio exterior; incluso se especula sobre cómo esto podría afectar drásticamente los precios mundiales del oro y otros minerales una vez se inicie esta actividad comercial fuera del planeta Tierra.